Esto es un giro que no me esperaba, yo estoy escribiendo Alma y Acero : Imperios donde podríamos considerar un spin-off el relato llamado Pyro ya publicado aquí en el blog, ya que utilice el mundo que cree para esta historia. Y la verdad pensaba que esta "novela" si así se podría considerar la publicaría con alguna editorial tradicional o así, en el afán de querer cumplir mi sueño de contador de historias, es verla en algún estante de alguna librería, aunque sea empolvada, pero que estuviera ahí para mi seria un sueño cumplido.
Pero bueno, no creo que sea lo correcto; Alma y Acero será publicado aquí, creo que es lo mejor para mi historia y a mi como contador de historias. Espero les guste, les dejo con el primer capitulo titulado.
Nova Tenochtitlan
El sol naciente bañaba con sus cálidos rayos las majestuosas pirámides que dominaban el horizonte de Nova Tenochtitlán. Las estructuras, imponentes y esculpidas con precisión, se alzaban en una sinfonía de piedra que se erguía contra el lienzo del cielo, pintando tonos dorados y rojizos que parecían teñir todo a su alrededor. Las sombras proyectadas por los templos creaban patrones danzantes en la plaza central, añadiendo un matiz de misterio a la imponente escena.
Los susurros de
la brisa matutina eran acompañados por los sonidos vivaces de la vida urbana.
Los mercaderes, ataviados con túnicas coloridas que reflejaban los matices del
amanecer, exhibían sus productos con orgullo. Desde frutas exóticas hasta
artesanías meticulosamente talladas, los puestos estaban repletos de tesoros
que esperaban ser descubiertos. La charla animada y los regateos resonaban como
una sinfonía bulliciosa, una prueba palpable de la vitalidad que fluía por las
venas de la ciudad.
Niños correteaban
por las calles empedradas, sus risas juguetonas llenaban el aire con una
energía efervescente. Sus miradas curiosas se posaban en los vendedores
ambulantes que les mostraban maravillas, alimentando la chispa de la
exploración en cada pequeño corazón. Los adultos, absortos en sus quehaceres
diarios, pasaban junto a ellos con una mezcla de asombro y afecto en sus
rostros.
La esencia de
ofrendas florales flotaba en el aire, un recordatorio constante de la profunda
conexión que Nova Tenochtitlán tenía con sus antiguas raíces. Las flores
frescas, cuidadosamente dispuestas en altares en las esquinas de las calles,
evocaban el respeto y la veneración hacia los dioses y la naturaleza misma.
Este ritual de veneración era tan intrínseco como el latido del alma misma en
esta tierra.
Los edificios de
adobe, una mezcla armónica de arquitectura antigua y moderna, se elevaban a lo
largo de las calles. Sus fachadas adornadas con espirales y detalles
enriquecidos con la energía del alma reflejaban el compromiso del imperio con
la tradición y la innovación. Ventanas de colores vibrantes enmarcaban vistas
de patios internos, jardines exuberantes y ríos que atravesaban la ciudad como
venas líquidas, otorgando vida y fluidez al entorno urbano.
En cada esquina,
un templo antiguo o un santuario guardaba la historia de Nova Tenochtitlán. Las
paredes adornadas con frescos que narraban las epopeyas de sus antepasados y la
relación con el poder del alma. Los tejados se alzaban en picos ornamentados,
rindiendo homenaje a la espiritualidad que permeaba cada aspecto de la vida de
la ciudad.
El alma misma
parecía fluir a través de las calles como un río invisible, enredándose con la
vida de los habitantes. La gente canalizaba su energía para realizar tareas
diarias, creando pequeñas ráfagas de luz que guiaban sus manos. Las luces de
energía se desplegaban en patrones complejos y hermosos, dotando a la ciudad
con un resplandor mágico y tejiendo un vínculo inquebrantable entre el poder
del alma y la vida cotidiana.
Alejandro
Tezcatlipoca, con cabello oscuro que caía en ondas sobre su frente y ojos
inquisitivos que parecían absorber cada detalle, caminaba entre la multitud con
una mirada curiosa. Aunque su estatus como libre en un mundo dominado por
usuarios del alma podría haberlo relegado a la sombra, su determinación lo
mantenía en pie y explorando cada rincón. Sus pasos eran seguros y su
expresión, una mezcla de fascinación y respeto, mientras absorbía las escenas
ante él.
Su camino lo
llevó a la encrucijada de una calle principal, donde los ciudadanos se
dedicaban a sus tareas diarias. Algunos canalizaban la energía del alma para
levantar cargas pesadas, otros para iluminar faroles y luces que adornaban las
calles. Era una coreografía de destellos luminosos que hablaba de una relación
intrincada entre los habitantes y el poder del alma que fluía dentro de ellos.
Mientras
observaba, Alejandro no pudo evitar que una sonrisa se curvara en sus labios.
Aunque él carecía del don del alma, no podía evitar sentir asombro ante la
gracia con la que los ciudadanos manejaban esta energía invisible. Era como si
cada individuo fuera una parte de un todo mayor, en comunión con el flujo de
vida que nutría la ciudad misma.
En su mente, un
eco de preguntas y admiración. ¿Cómo sería ser capaz de canalizar esta energía?
¿Qué se sentiría tener esa conexión con todo? Sus ojos se encontraron con
los de un anciano que sostenía un bastón iluminado por la energía del alma.
Hubo un breve instante de complicidad, una chispa de entendimiento compartido
entre dos almas, sin importar las diferencias.
Las risas
alegres de los niños que jugaban a su alrededor trajeron una sensación de
calidez a su corazón. No había rastro de discriminación en sus ojos, ni
siquiera una mirada condescendiente hacia él como un libre. Era una coexistencia
en su forma más pura, donde el alma era el vínculo que unía a todos.
Caminando más
allá, Alejandro se detuvo para observar cómo los artesanos daban vida a sus
creaciones. Un forjador utilizaba el poder del alma para moldear el metal con
una maestría que dejaba a Alejandro sin aliento. Se permitió imaginar cómo
sería si pudiera emular tal destreza, cómo sería capaz de crear y canalizar la
energía de la misma manera.
Finalmente, con
un último vistazo a la multitud en su danza luminosa, Alejandro continuó su
camino con un propósito renovado. Su deseo de comprender el poder del alma era
más fuerte que nunca, y mientras el resplandor del alma brillaba en las calles
a su alrededor, él se aferraba a la esperanza de que algún día también podría
formar parte de esa conexión mágica y universal.
Sus pasos lo
llevaron al templo central, donde los sacerdotes ofrendaban incienso y cánticos
a los dioses ancestrales. La energía del alma vibraba en el aire, y Alejandro
sentía una conexión profunda con el tejido mismo de su mundo. Aunque carecía
del poder del alma, su comprensión de su importancia no se perdía en él.
Sus pasos lo
llevaron al majestuoso templo central, un edificio de proporciones imponentes
que se alzaba como un testigo de la conexión profunda entre el pasado y el
presente. Las paredes del templo estaban adornadas con intrincados relieves,
cada uno contando historias ancestrales que se entrelazaban con los principios
fundamentales del poder del alma. Esculturas de dioses y figuras míticas se
alzaban en cada rincón, con ojos que parecían mirar a través del tiempo y las
almas de los presentes.
La fachada del
templo estaba ornamentada con espirales y diseños que irradiaban una energía
etérea. Cada detalle parecía resonar con la esencia del alma, creando una sinfonía
visual que hablaba de la conexión intrínseca entre los seres humanos y la
energía mágica que los rodeaba. La luz del sol filtraba a través de vitrales
coloridos, pintando destellos de luz sobre el suelo de piedra.
El templo tenía
una función más allá de lo religioso. Era un enlace vivo entre el pasado y el
presente, un centro de información y conocimiento donde se preservaba la
sabiduría ancestral y se compartía con las generaciones venideras. Aquí, los
sacerdotes ofrendaban incienso y cánticos a los dioses, manteniendo viva la
tradición que había perdurado durante siglos.
En el interior,
Alejandro encontró un ambiente cargado de espiritualidad y aprendizaje. Los
pasillos estaban flanqueados por vitrinas que contenían artefactos antiguos,
herramientas ancestrales que habían sido utilizadas por los primeros usuarios
del alma. Los sacerdotes y académicos se sumergían en estudios y discusiones,
compartiendo su comprensión del alma y explorando su relación con la historia.
El zumbido de la
energía del alma vibraba en el aire, envolviendo a Alejandro en un aura de
reverencia y asombro. Se sintió parte de algo más grande, una conexión
invisible que trascendía las diferencias individuales y se unía a todos en un
propósito común.
Mientras
recorría los pasillos, se encontró con colegas investigadores inmersos en sus
estudios. Intercambiaron saludos amigables y comentarios sobre descubrimientos
recientes. Una joven historiadora le habló emocionada sobre un antiguo
pergamino que había encontrado, que revelaba detalles fascinantes sobre los
primeros tiempos del poder del alma.
En un rincón, un
anciano sabio compartía relatos de los días pasados con un grupo de jóvenes
ansiosos por aprender. Sus palabras fluían como un río de sabiduría, llevando a
todos en un viaje a través de la historia y la evolución del alma en la
sociedad.
En medio de esta
actividad constante, Alejandro se sintió inspirado. La combinación de respeto
por el pasado y la búsqueda de nuevos conocimientos creaban un ambiente
enriquecedor que resonaba con su pasión por la verdad y la comprensión. Cada
paso que daba en el templo central parecía acercarlo un poco más a los secretos
que podían cambiar el rumbo del mundo, y en su corazón, sabía que estaba
exactamente donde debía estar.
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🫣 ¿Que les ha parecido?, ¿Les gusto? Espero con ansias sus comentarios, sugerencias, criticas, consejos, ánimos, lo que gusten.
Y como siempre, muchas gracias por leerme :)
Una estupenda recreación de lo que podría ser la gran Tenochtitlán. Un relato muy ameno.
ResponderBorrarEnhorabuena.
Muchas gracias! espero les guste el desarrollo de mi obra
BorrarMuy buen relato Miguel, fluido y de buena lectura. Te atrae desde el inicio. Te aplaudo. Un abrazo
ResponderBorrarMuchas gracias Nuria :3
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