ALUNE

Miguel Monsivais
Por -
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Alune

Las hojas de la densa selva se movían rápidamente, abriendo paso entre su cobijo a un joven de piel morena que corría entre ellas. Detrás de él se podían ver fuegos acercándose cada vez más. "Tengo que huir", pensaba el joven mientras seguía la carrera, con una expresión de terror en su rostro. "Tengo que decirle a la gente lo que planean; estamos en peligro". Sus pensamientos y movimientos se movían a una velocidad vertiginosa mientras huía de sus perseguidores. Continuó así unos treinta metros en la selva hasta llegar a un claro. Frente a él, un hombre sosteniendo un fuego. "Viste y escuchaste demasiado, muchacho. Es tu fin." El joven intentó cambiar de dirección hasta un costado del claro, pero el hombre que estaba frente a él tomó un poco de fuego con sus manos, lo introdujo en su boca y soltó una gran llamarada hacia donde se dirigía el joven, obligándolo a detener su paso bruscamente.

Una luz descendió del cielo oscuro y una joven de piel y pelo claro apareció frente al joven, volteándolo a ver. "Úsame", le dijo rápidamente al joven. Una luz nuevamente apareció y en la mano del joven una extraña vara de madera blanca. El joven, en su mente, escuchó de nuevo la voz de la mujer. "Di: llama azul." El joven, debido a la situación que no entendía, se vio obligado por su instinto de supervivencia a hacer justo lo que había escuchado en su mente. "Llama azul." Cuando terminó de decir esas palabras, en la punta de la vara apareció una llama azul. "Lánzala al cielo", el joven, sin dudar, movió la vara para arrojar la llama al cielo. Esta subió unos cuantos metros en el aire y explotó en varias bolas de fuego azul, dándole una perfecta oportunidad para correr.

El joven corrió a toda velocidad, siguiendo la voz en su cabeza que lo guiaba hacia una cueva oculta en lo más profundo de la selva. Los perseguidores intentaron darle alcance, pero la explosión de fuego azul les hizo retroceder y desviarse de su camino. La selva parecía ayudarle en su huida, ocultando su presencia y dificultando el avance de los hombres armados.

Finalmente, el joven llegó a la entrada de una cueva escondida tras una cortina de lianas y helechos. Sin pensarlo dos veces, se adentró en la oscuridad de la caverna siguiendo la dirección que la voz en su cabeza le indicaba. El interior estaba lleno de misterio y, a medida que avanzaba, podía sentir una extraña energía en el aire.

Después de un trecho, llegó a una cámara más amplia, iluminada por un resplandor tenue y misterioso. La joven se transformó de la vara que llevaba el joven en su mano, revelando una belleza impresionante.

Ella sonrió y se acercó al joven. "Soy Alune", dijo con calma. "Te he guiado hasta aquí para salvarte de tus perseguidores. Tienes un don especial, y te necesitamos en nuestra lucha."

El joven miró a Alune, perplejo por su declaración. "¿Te necesitamos? ¿Pero solo eres tú?", preguntó con confusión.

Alune le respondió con solemnidad. "Los dioses te necesitan. Los hombres que te perseguían quieren despertar al Dragón del Fin del Mundo, y tenemos que evitarlo. Para hacerlo, necesitamos a alguien con tus dones. Ellos están dispuestos a hacer muchos sacrificios para lograr su objetivo, y nosotros debemos hacer lo mismo para proteger esta tierra."

El joven recordó la razón por la que había estado huyendo en un principio. "Habían llegado esos sacerdotes al pueblo para purificarlo, eso dijeron. Pero yo los escuché hablar de matar a todos y a los próximos pueblos para su ritual. Me descubrieron espiándolos, y por eso empezó la persecución."

Alune asintió con tristeza. "Esos sacerdotes son seguidores de oscuros dioses, y su plan es traer la destrucción al mundo. El Dragón del Fin del Mundo es una entidad maligna, y su despertar sería catastrófico. Nuestra tribu lleva generaciones protegiendo la selva y luchando contra sus planes. Tu habilidad para controlar la llama azul es una herramienta esencial en nuestra lucha."

Las palabras de Alune resonaban en la mente del joven, quien comprendió la gravedad de la situación. "No podemos evitar que sacrifiquen a los pueblos restantes, así que tendremos que hacerlo justo antes de que termine el ritual, cuando estén más vulnerables", declaró con determinación.

Alune asintió, y juntos planearon una estrategia para detener la tragedia que se avecinaba. Pasaron los días preparándose, reuniendo conocimientos y poderes. Finalmente, llegó el día en que se dirigieron al claro gigantesco donde se llevaría a cabo el ritual.

Cuando llegaron al lugar, quedaron horrorizados por la visión que se presentó ante ellos. El claro estaba lleno de corazones carbonizados de los sacrificios previos, cráneos de hombres, mujeres y niños. El ritual estaba en pleno apogeo, con los sacerdotes realizando ofrendas siniestras para despertar al Dragón del Fin del Mundo.

Sin embargo, en ese momento crítico, Alune se conmovió al ver la valentía del joven. En lugar de dañarlo, usó su poder para protegerlo. Esto llevó a una conclusión inesperada. El ritual se completó, y el Dragón del Fin del Mundo emergió con un rugido aterrador.

La aparición del dragón causó una destrucción masiva en los pueblos circundantes. La tierra tembló, y el cielo se oscureció mientras el dragón desataba su furia sobre el mundo. El joven y Alune, envueltos en el poder de la llama azul, se miraron con determinación.

La figura imponente de la bestia alada se alzaba sobre el claro, su piel escamosa reflejando el fulgor de las llamas que ardían a su alrededor. Sus ojos, llenos de malicia y sabiduría antigua, se posaron sobre el joven y Alune con una mirada que perforaba el alma.

—Bienvenidos, intrusos —gruñó el Dragón del Fin del Mundo con una voz que resonaba como el rugido de un cataclismo. Sus palabras eran un eco escalofriante que reverberaba en la mente de quienes lo escuchaban.

Alune, firme ante la presencia del mal ancestral, respondió con valentía: "No permitiremos que despiertes y sumas al mundo en la oscuridad. Nosotros, los protectores de esta tierra, lucharemos hasta el último aliento".

El dragón soltó una carcajada que retumbó en el aire. "Vana es tu resistencia, pequeña criatura. Mi despertar es inevitable, y nada en este mundo puede detener la marea de destrucción que seguirá. Los sacrificios alimentarán mi poder y completarán el ciclo de la aniquilación".

Con un movimiento majestuoso, extendió sus alas y lanzó una llamarada infernal que iluminó el claro con un resplandor aterrador. Los sacerdotes, en trance y obsesionados por el fervor de su ritual, lo adoraban mientras preparaban el sacrificio final.

El Dragón del Fin del Mundo, envuelto en su majestuosidad y malicia, habló con una voz que resonó en toda la selva, imponiendo su presencia con la misma arrogancia de un dios corrompido.

—¡Oh, diminutos mortales que osáis desafiar mi despertar! —rugió el dragón con un tono grave y burlón—. ¿Creéis que podéis detener el destino que aguarda a este mundo?

El joven y Alune, preparados para la batalla, miraron con valentía al colosal ser que tenían ante ellos.

—¿Qué esperanzas albergáis, insectos efímeros? —continuó el dragón, sus ojos centelleando con un fulgor malévolo—. Mi despertar ha sido profetizado por eras. Soy el Dragón del Fin del Mundo, y ninguna fuerza en este mundo puede impedir mi llegada.

El joven, sin amilanarse, respondió con determinación:

—Somos la llama azul, la esperanza que desafía la oscuridad. No permitiremos que tu sombra caiga sobre este mundo.

El dragón soltó una carcajada retumbante, como si la idea de que dos simples mortales pudieran resistirle le pareciera absurda.

—¡Fuegos efímeros que intentáis deslumbrar en la oscuridad! —proclamó con desprecio—. Vuestra llama es insignificante frente a mi poder. Pero os concederé una oportunidad de someteros antes de la inevitable destrucción.

Alune, sin dejarse intimidar, respondió con serenidad:

—No somos siervos de la oscuridad. Somos guardianes de la llama azul, y en su luz encontraremos la fuerza para vencer incluso a las sombras más oscuras.

El dragón, intrigado por la valentía de sus oponentes, rugió en desafío.

—¡Adelante, mortales! ¡Mostradme la resistencia fútil que albergáis en vuestros corazones!

La batalla se desató con una ferocidad indescriptible. Las llamas azules chocaron contra las llamas infernales del dragón mientras el claro se llenaba de la sinfonía de la lucha entre la luz y la oscuridad. Las palabras altivas del dragón se mezclaron con los gritos desafiantes del joven y Alune.

—¿Creíais que vuestra llama podría desafiar mi fuego ancestral? ¡Ilusos! —declaró el dragón, lanzando una llamarada que desafiaba la resistencia de los valientes.

—No permitiremos que tu oscuridad devore este mundo. La llama azul brillará siempre en la noche más profunda —respondió el joven, esquivando las llamas con agilidad.

El rugido del dragón resonó en toda la selva, pero el joven y Alune no retrocedieron. Con paso firme, se acercaron al colosal ser. Las llamas azules que ardían en sus manos formaron una barrera protectora a su alrededor.

—¡Alune! —gritó el joven, intentando ser escuchado sobre el estruendo de la batalla—. No tienes que hacer esto solo. ¡Podemos enfrentarlo juntos!

Alune le sonrió con gratitud, pero sus ojos reflejaban una resolución inquebrantable.

—Tú eres el único con el don de controlar la llama azul. Yo seré el recipiente, el huevo que contenga la esencia del Dragón. Es la única forma de sellar su poder.

Mientras Alune avanzaba hacia el dragón, el joven la seguía de cerca, preparando su propia defensa de llamas azules. El Dragón del Fin del Mundo lanzó llamaradas infernales en su dirección, pero las llamas azules de ambos resistieron con tenacidad.

—¡Alune, no puedo dejarte hacer esto sola! —insistió el joven, su voz mezclándose con el estruendo de la batalla.

—Tú eres la esperanza, el guardián de la llama azul. Protege a nuestro mundo. Yo haré lo que debe hacerse —respondió Alune, su voz resonando con determinación.

El joven asintió, comprendiendo la carga que Alune estaba dispuesta a llevar. Juntos, enfrentaron al dragón, esquivando sus embestidas y contrarrestando con las llamas azules que emanaban de sus manos. La danza de fuego y oscuridad iluminaba el claro, mientras la selva misma parecía temblar con la magnitud de la batalla.

—¡Ahora, joven! —exclamó Alune en medio de la furia de la lucha—. Cuando lo envuelva, lanza tu llama azul sobre nosotros. Será el comienzo de un nuevo destino para este mundo.

El joven asintió, aceptando su papel en la creación de un nuevo futuro. Mientras Alune se lanzaba audazmente hacia el dragón, las llamas azules de ambos se intensificaron. El joven, con lágrimas en los ojos, preparó su llama azul para el momento crucial.

—¡Ahora, Alune! —gritó el joven mientras lanzaba la llama azul sobre la escena.

Alune, con una gracia divina, envolvió al Dragón del Fin del Mundo en las llamas azules. El monstruo rugió en agonía mientras su esencia maligna se transformaba. La energía crepitante y brillante formó un cascarón alrededor de ellos, dando origen a un huevo gigante flotante en el cielo.

El joven observó con asombro y pesar, sabiendo que Alune se había sacrificado para proteger su mundo. El huevo, ahora un astro celestial, brillaba en el cielo nocturno como la Luna recién creada.

—Gracias, Alune —susurró el joven, sintiendo la pérdida de su valiente compañera.

El claro, antes marcado por la oscuridad del ritual siniestro, se transformó en un lugar de luz y esperanza. La leyenda de cómo el joven y Alune se convirtieron en los héroes que crearon la Luna pasó de generación en generación, forjando un legado de resistencia y protección. Y así, la Luna, testigo silencioso de la historia, iluminó las noches como un recordatorio del sacrificio que salvó a su mundo de la destrucción total.

 

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