NOVA ROMA
En uno de sus
recurrentes caminos hacia su trabajo, Alejandro decidió hacer una parada en una
acogedora cafetería que solía pasar por alto. Al entrar, fue recibido por el
cálido aroma del café recién preparado, que se mezclaba con la dulzura del
cacao proveniente de los tentadores postres que adornaban el mostrador. El
interior del lugar emanaba una atmósfera acogedora y reconfortante, con paredes
de tonos terrosos y muebles de madera desgastada que invitaban a relajarse.
Se acercó al
mostrador y pidió una taza de café, mientras observaba a su alrededor la
diversidad de clientes que charlaban animadamente o se sumergían en sus libros
y dispositivos. Pero lo que capturó especialmente su atención un tumulto de
gente alrededor de un artefacto que emanaba una luz suave y estaba rodeado de
intrincados grabados. Su diseño era fascinante y parecía fusionar elementos
antiguos y modernos en perfecta armonía, ubicado en una esquina. Sin duda, era una creación impulsada por el poder del
alma, una tecnología que permitía transmitir imágenes y sonidos a través de la
energía esencial.
Se aproximó a la pantalla y se perdió en la imagen que se desplegaba ante él. Estaba sintonizado en las noticias del otro continente, en Nova Roma. En la pantalla, la figura de un hombre imponente llenaba la escena. Vestía atuendos ricamente adornados que reflejaban su estatus y autoridad. Un manto oscuro y ornamentado caía sobre sus hombros, acentuando su presencia dominante. Su cabello oscuro estaba meticulosamente peinado y una expresión de seguridad y determinación se reflejaba en sus ojos. Era Magno, el nuevo emperador de Nova Roma.
Magno estaba
rodeado por una majestuosa arquitectura que lo enmarcaba. El vasto bastión en
el que se encontraba se alzaba con una grandiosidad que recordaba a las épocas
pasadas, pero imbuida de elementos de la tecnología y el diseño propios de Nova
Roma. Los pilares de metal adornados con intrincados detalles sostenían
balcones de hierro forjado que se extendían en varias direcciones. Las ventanas
de cristal coloreado permitían que la luz del sol se filtrara de manera
pintoresca, creando reflejos de colores sobre las superficies metálicas.
El diseño del
bastión era una amalgama de épocas y estilos, donde la estética tradicional se
fusionaba con elementos mecánicos y engranajes ornamentales. Desde los detalles
intrincados hasta las torres que se alzaban hacia el cielo, todo parecía haber
sido cuidadosamente concebido para transmitir poder y autoridad. Era un
recordatorio visual del dominio y la influencia que Magno ejercía sobre su
imperio.
Mientras Magno
pronunciaba su discurso con seguridad, el escenario en el que estaba situado
resaltaba su posición como líder indiscutible. Alejandro observaba atentamente,
capturado por la imagen en la pantalla, pero también inquieto por la retórica
que estaba escuchando. La grandiosidad del bastión y la magnificencia de Magno
eran indudablemente impactantes, pero también despertaban en Alejandro una
sensación de desconfianza y preocupación sobre las implicaciones de su
liderazgo en el panorama de los dos imperios.
Las palabras de
Magno resonaron en el aire, tejiendo una narrativa de progreso y avance, pero
pronto Alejandro detectó la dualidad de su discurso. Hablaba con fervor sobre
el crecimiento y la superioridad de los controlados en su imperio, destacando
su capacidad para forjar un futuro brillante. Sin embargo, entre líneas,
subyacía un desprecio implícito hacia los libres, considerándolos como un
obstáculo para ese avance.
La mala espina
que había sentido al observar el discurso de Magno no desapareció. Era evidente
que había una brecha de desigualdad y discriminación en Nova Roma, alimentada
por un líder que abrazaba una ideología de supremacía. Aquella visión de un
imperio que menospreciaba a una parte de su población por el mero hecho de no
tener el alma controlada resonó profundamente en Alejandro. Era un recordatorio
vívido de las tensiones crecientes entre los dos imperios y la posibilidad de
que las fricciones se intensificaran aún más.
Terminó su café
mientras reflexionaba sobre lo que acababa de presenciar. Aquella experiencia
en la cafetería no solo había sido una pausa en su rutina, sino un recordatorio
de la complejidad y las contradicciones que impregnaban el mundo en el que
vivía. Con cada paso que daba en su camino hacia el trabajo, su determinación
de descubrir la verdad y encontrar formas de unir a los dos imperios se
reafirmaba. Sabía que enfrentaría desafíos, pero estaba dispuesto a seguir
adelante en su búsqueda de un futuro en el que la igualdad y la armonía
prevalecieran sobre la división y el conflicto.