Cúpula y Curitas

El cielo se pintaba de color naranja, esos tonos rozados adornados de cúmulos de nubes, de distintas formas; una vaca por ahí, un gato por haya; un barco flotando, una que otra oveja rondando por el cielo y algunas tantas sin forma alguna. Dos se miraban fijamente sentados en la banca de un parque, uno de los dos pares de ojos se estaba llenando de lágrimas, aguantando hasta el máximo para que no fueran derramadas.

El otro par lanzaba cuchillos con la mirada; lo que salía de su boca era más peligroso de bombas nucleares para los otros ojos, el dolor se podía notar a primera impresión, era un momento que todos en algún punto habían vivido, un corazón bajo una cúpula de hierro, otro corazón viviendo un diluvio.

Los ojos inundados hasta el tope sin aun soltar una lagrima sacaron fuerzas desde el fondo, querían rescatar lo que se estaba destruyendo, no se sabe si por egocentrismo, amor o esa sensación de no querer sentir que perdió el tiempo, saco sus mejores recuerdos, los planto como curitas en la conversación, intentando reparar los desgarres provocados por los otros ojos. Una que otra grieta apareció en la cúpula de hierro, los ojos y los cuchillos perdieron algo de filo, pero algo también desde su fondo apareció, los momentos por los cuales tomaba esta decisión, la cúpula se cerró una vez más.

Los cuchillos ya no iban tan afilados, y las curitas se estaban acabando; cada vez atrincherándose más, cada vez quedándose con menos curitas; la cúpula no cedió, las curitas se terminaron, los buenos momentos no bastaron, y aun aguantando las lagrimas sin que cayera alguna ni por algún costado; saco su ultima curita venia con un “Te quiero”, alguno que otro “Entiendo”, y mucho “Te amo” pero ni eso hizo temblar a la cúpula, los errores estaban marcados en cada capa de ese estrecho caparazón de hierro que antes lanzaba filosos cuchillos, y ahora moderaba su filo.

Las curitas y la intención esta vez no fueron capaces de ganar la batalla, ni la guerra; la presa de lágrimas, por fin se desbordo.